EL ASESINATO DE LA DEMOCRACIA
Quizás ningún término usado recurrentemente en el espacio público fue tan ultrajado y vaciado de
contenido, hasta perder todo sentido, como la voz democracia. Hoy se exalta un concepto
reduccionista de la democracia que encierra y congela la soberanía y la participación popular en
un palacio presidencial y un hemiciclo parlamentario.
Para nuestro Sur, ese ?modelo? siempre vino de la mano de la retórica de las potencias coloniales.
La democracia fue asesinada en nombre de la democracia para emplearla como instrumento de
legitimación de las estructuras de poder, dominación y riqueza. Antes, esos mismos criminales
habían asesinado la verdad.
El contexto de la pandemia del covid-19 creó las condiciones para disponer de un marco
normativo capaz de modificar las mentalidades, las costumbres y los valores de nuestras
sociedades, impulsando nuevos deseos, hábitos y principios, e imponiendo el modo de producción
de la economía digital y de un nuevo modelo de negocios basado en la extracción y el uso de un
tipo particular de materia prima: los datos.
Creemos que cargamos un teléfono personal, inteligente, que nos pertenece, pero no hay nada
menos personal. El algoritmo está allí y, de a poco, el celular se va apropiando de nosotros: nos
pide la huella digital mientras realiza nuestro reconocimiento facial. Entonces, recordamos algo
llamado intimidad, que fuimos perdiendo, mientras vigilan cada paso que damos.
El mundo cambia, la tecnología avanza ?actualmente, hablamos de metaverso, de un nuevo
capitalismo de plataformas y de vigilancia?, y nos arrinconan para pelear en campos de batalla
equivocados o ya perimidos, mientras las corporaciones hegemónicas desarrollan sus tácticas de
poder.