EL CAPITALISMO HA MUERTO
¿Y si tomáramos un enfoque más atrevido, modernista y desacostumbrado para escribir teoría? ¿Y si exigimos que la teoría sea un género tan interesante, extraño, poética y narrativamente rico como exigimos que lo sean otros tipos de literatura? Y ¿qué tal si lo enfocamos no como alta teoría con pretensiones de legislar o interpretar otros géneros, pero sí como baja teoría, como algo vulgar, ordinario, e incluso un poco rudo, sin más derecho que los otros géneros literarios para hablar del mundo? Podría ser más divertido y, sobre todo, podría decirnos cosas raras acerca del mundo. Y tal vez (solo tal vez) podría habilitarnos para actuar sobre el mundo de otra manera. Un mundo en el que la vieja fe en la Historia ya no es lo más importante, pero en el que sí lo son las historias que podrían realizarse (en caso de urgencia)
Si el capitalismo ha de tener alguna utilidad como concepto histórico, y no teológico, entonces la cuestión de su final debe permanecer abierta. El experimento mental según el cual el capitalismo ya ha sido superado por otro modelo de producción dominante debe ser, como mínimo, uno que pueda concebirse. El concepto de capitalismo permanece teológico, precisamente, en la medida en que las preguntas sobre su posible superación (por otros modelos de explotación) se sitúan fuera de lo imaginable. ¿Cómo puede entonces devolverse el concepto de capitalismo a sus historias? En primer lugar, empezando por abandonar la dualidad entre su esencia y sus apariencias.
La tarea de este libro, así pues, es una provocación: pensar la posibilidad de que el capitalismo ya es cosa del pasado, pero el período que viene a reemplazarlo es algo todavía peor. Pensar que esto pueda ser peor nos aparta de las narrativas felices de los últimos tiempos, en las que el capitalismo es poco menos que un reino mágico libre de contradicciones, sin lucha de clases, y donde la Historia toca a su fin. En vez de eso, para nuestro experimento de pensamiento, propongo pensar el presente como si incluyera ya un nuevo tipo de conflicto de clase, surgido de las recientes mutaciones en las fuerzas de producción. Al aplicar esta presión sobre nuestras ideas recibidas y nuestra tradición lingüística, tal vez podamos empezar a ver los contornos de un presente nuevo, alejados de nuestros hábitos de pensamiento.
Por supuesto, hay muchas pruebas que apuntan a que esto sigue siendo capitalismo, o principalmente capitalismo. La pregunta sería si está surgiendo un modo de producción adicional, y si es lo bastante diferente, cualitativamente hablando, como para llamarlo de otra manera. El problema con un concepto recibido del pasado, al igual que ocurre con el dinero heredado, es que no lo hicimos nosotros mismos y lo damos por sentado. Tal vez necesitemos un poco del viejo efecto alienante-brechtiano, incluso para conceptos reliquia como «capitalismo».
[Las fuerzas de producción] solo pueden ser abordadas a través de la producción colaborativa de una teoría crítica que incluya las experiencias de diversos campos, tecnología de la información, inteligencia artificial, gestión de cadenas de suministro, ciencia de los materiales o biología informática, entre muchos otros. Y es que ya hemos dejado atrás las máquinas de vapor que Marx solía dibujar en sus cuadernos de notas.
¿No es posible, entonces, que haya habido suficientes transformaciones en las fuerzas de producción para romper con las cadenas de un modelo de producción estrictamente capitalista?
¿Qué pasa si pensamos en un modo de producción emergente que viene después del capitalismo, y que es todavía peor?
A algunos les gusta imaginar que es suficiente con agregar un adjetivo o dos a la palabra capitalismo para describir la nueva situación; pero aquí hemos preferido desdeñar esa opción por ser poco más que mera poesía. Tal vez no sea la misma vieja esencia del capitalismo, tan conocida y familiar, la que se esconde en nuevas apariencias.
Así que vamos a pensarlo como un modo de producción poscapitalista con un tipo de clase dominante diferente, la clase vectorialista. Su poder no reside en poseer directamente los medios de producción, como hace la clase capitalista. Y tampoco reside en poseer la tierra agrícola, como era el caso de los antiguos enemigos de los capitalistas, la clase terrateniente. Y, así como en el pasado existieron fricciones entre los capitalistas y los terratenientes, del mismo modo ahora hay fricciones entre vectoralistas y capitalistas. El capitalismo ha muerto: ¡larga vida a la clase vectorialista!