EL HOMBRE QUE ESTA SOLO Y ESPERA
Pensar el mundo desde una esquina. Scalabrini se planta en Corrientes y Esmeralda y, desde allí, desde ese punto de confluencia planetaria, traza pinceladas de una época que es aquella y que es, al mismo tiempo, todas las épocas de una ciudad y un siglo inagotables. «Lo extranjero en esta tierra no es el hombre. El extranjero que aquí vive y se multiplica es hermano e igual al argentino.
Lo extranjero aquí es el capital esclavizador, y lo que no vaya contra él, está a su favor».
En esta «Biblia porteña», como al mismo Scalabrini le gustaba llamarla, la ciudad se siente en sus trazos magistrales. La semblanza no elude, sino que profundiza, en los sentimientos y las costumbres de la urbe, no menos que en su lenguaje. Rescata, así, el arco variopinto que ha ido enriqueciendo la paleta de una ciudad de colores indescifrables, sin eludir el signo indeleble de quienes vinieron desde el otro lado del mar hacia ?la tierra invisible?.
Scalabrini piensa y siente Buenos Aires para que también nosotros, una tarde sin ausencias, volvamos a sentirla nuestra.