PUEDEN MATAR LAS IMAGENES
Entre Guantánamo y Daesh, entre los videos difundidos en Youtube y los drones armados teledirigidos, hay una lengua común: la puesta en escena criminal de la muerte distribuida ciegamente y la exhibición y difusión sin límites de los gestos más salvajes frente a un público horrorizado y fascinado a la vez. Una erotización de lo peor.
El 11 de septiembre de 2001 se dio el golpe más grande al imperio de lo visible. Fue un crimen real, con víctimas de carne y sangre. Al instante se trató el caso en términos visuales, mezclando lo visible y lo invisible, la realidad y la ficción, el duelo real y la invencibilidad de los emblemas. El presidente de los Estados Unidos anunció un ayuno de imágenes: ningún muerto en las pantallas.
Lo visible entraba en crisis. Pero es más fácil prohibir ver que permitir pensar. La violencia de lo visible se vincula con la guerra que se libra al pensamiento. En palabras de Godard, todo contrato aceptado con las visibilidades se abre como una colaboración con el enemigo. Pensar la imagen es dar cuenta del destino de la violencia.