NOCHE DEL SAMURAI LA
La oscuridad ha funcionado desde el alba de los tiempos como la fuente primera del terror. Quién sabe el primer hombre que, a la manera de Prometeo, prendió un fueguito tenía menos ganas de presentar un descubrimiento revolucionario que de disipar los miedos que infundieron las penumbras cavernosas, así como al día de hoy más de un niño se niega a irse a dormir si no hay una luz encendida.
El héroe (si es que vale la palabra) de esta precisa novela de Gabriel Barnes, el mediocre Jorge Gutiérrez, se dispone a experimentar eso, lo que la oscuridad despierta. Y es que, en plena conversación telefónica con su novia, un apagón domina la ciudad. Pronto, La noche del samurai abandona el tono cotidiano para convertirse en una novela delirante, siniestra, pero también erótica, sobre la noche, la falta radical de luz. ¿Ese líquido tibio que siento pasar por mis manos es sangre o agua? ¿Esta cosa viscosa es el revuelto de zapallitos que no logré terminar o los restos de un ser vivo asesinado? ¿Dónde están los demás? Preguntas, preguntas y preguntas que deberá ir respondiendo Gutiérrez a medida que avanza hacia lo desconocido (¿el fin del mundo?) con sus dos vecinas, Serafina y Juana, ciega de nacimiento. Esta historia terminará transformandose en una aventura metafísica de ecos kafkianos por lo absurda y penetrante: hay algo en la oscuridad, eso lo sabemos desde que la encontramos por primera vez. La pregunta que tanto nos molesta y que todavía no hemos sabido responder, menos el pobre Gutiérrez, es qué.
Fernando Bogado