VACA GANADA
Vaca ganada narra un viaje que empieza a la fuerza: el protagonista huye de un crimen que lo tiene por sospechoso. Esfumarse se vuelve urgente, y sin embargo, quizá porque este personaje se pierde por los paisajes de una Argentina rutera, rural, el relato es moroso y contemplativo: hay tiempo de mirar y de pensar, al tiempo que se escapa. Con este movimiento pendular entre la acción y la reflexión, en el presente de esa acción interferido por el recuerdo, se construye esta novela, viaje en el espacio que pronto se convertirá en un modo de desplazarse en el tiempo: ajustando cuentas con el pasado. Mientras tanto, de un lugar a otro, funcionan como deslizamientos los paisajes, terráqueos o domésticos, y los amores on the road, que lo resignifican todo.
En Vaca ganada el argumento está pensado al dedillo. Y sin embargo, una novela que es buena lo es menos por su historia (de esquemas argumentales prometedores está sembrado el camino hacia la mala literatura) sino por lo que el autor sabe hacer por fuera de sus fichas preliminares, entre un giro y otro, entre uno y otro momento estructural: un novelista está en los modos, solventes o no, de construir continuidades, en lo que todavía no sabe de lo que será su historia: un escritor es en realidad ese segundo escritor, no el que diseñó su libro, sino el que viene después de ese diseño y lo escribe. Adler encuentra un goce en los pasajes intermedios, que llegan con la misma fascinación al lector. De esa pasión por las continuidades, por los puntos muertos, por lo que no se sabe de lo que se escribe, está hecho un novelista, y las buenas novelas, como esta.
Francisco Bitar